No hace mucho hablamos de una serie rusa nos parece poco posible. Los robots y el amor, los sentimientos, lo humano. En una era donde toda la comunicación está basada de la humanización de los productos, en la mercantilización de los sentimientos, no nos deben sorprender afiches o campañas publicitarias que nos motiven a pensar que un robot recepcionista nos puede atender más eficientemente y con más calidad “humana” que un recepcionista tradicional, hablo de los de carne y hueso. Pues claro, sentimos que vivimos en un mundo hostil y los robots no tienen mal humores o malos días, solamente cumplen su cometido.
Si nos ponemos muy objetivos antes de poder decir que los robots son capaces de sentir, debemos definir el sentimiento como tal desde nuestra perspectiva humana, pues de sentir sentimos todos, en tanto y cuanto hablemos de esa respuesta que genera nuestro cerebro a través de impulsos eléctricos a un estímulo externo como puede ser por ejemplo el golpear la pata de la mesa de luz con el dedo pequeño del pie. Esos impulsos que interpretamos como dolor (en este ejemplo) no es mas que un impulso eléctrico generado por nuestro -ya no tan confiable- cerebro. En estos términos los animales también sienten y por supuesto los robots también.
Claro, como no lo pensamos antes, estas maquinas humanoides tienen sensores que pueden medir distancia, presión, temperatura, firmas de calor, frecuencias de audio, ubicación geoespacial y muchas otras cosas; información que a través (también) de impulsos eléctricos se dirigen a la unidad de procesamiento central o CPU y ésta genera una respuesta. Entonces sí, los robots también sienten y procesan información. Con esta información es capaz de resolver problemas, de seguir instrucciones, inclusive de realizar operaciones quirúrgicas o artísticas con milímetro a predicción.
Pero hay algo que un robot no puede hacer y es a lo que nos lleva esta lectura. Eso es: complicarse la vida, pensar desde un punto de vista empático si se quiere o interpretar desde un punto de vista semiótico. Por sí solos los robots no son capaces de abstraerse, a ellos mismo en pensamiento. ¿Pensar es lo mismo que procesar?
Si nos remitimos a la ficción podremos encontrar planteos de este tipo en producciones cinematográficas como IA o inteligencia artificial (2001), donde un niño robot no se entiende como tal, es el primero de su tipo y puede verse como le cuesta entender que el también es un robot como los amedrentados compañeros de su clase. (Pero quiere ser un niño humano, si «quiere»).
Autómata (2014) plantea algo parecido, una inteligencia artificial capaz de concebirse como tal y evolucionar a tal punto de independizarse.
Si, falta mucho para hablar de robots que puedan ser conscientes de ellos mismos, pero amen de las teorías de dominación mundial o de la raza humana, debemos estar preparados para los cambios que signifiquen en nuestro desarrollo como seres humanos y sociedad. Porque si seguimos alejándonos de las relaciones humanas, como el mercado quiere que hagamos, pronto nos enamoraremos de robot, como hacemos con los objetos. ¿será posible? pues, veremos.
Last modified: 2 de diciembre de 2022